Lentamente se fue elevando sobre mi cabeza hasta posarse a varios centímetros de mi, abriéndose cual girasol se abre ante los primeros rayos del Sol, y de esa burbuja saliste Tú, radiante y lleno de vida, y con tus dedos tocaste mis labios, acercando tu boca a la mía, fundiéndonos en un abrazo...
Abrí mis ojos y Tú no estabas allí... el Aire me estaba besando y la Luna me abrazaba con sus blancos reflejos.
Volví a sentarme en la orilla, recelosa de lo que había pasado, recordando tu rostro besando mis labios, escuchando el murmullo de las olas, y esperando...
Pero Tú no apareciste, no había ninguna burbuja, no estabas Tú y la Luna poco a poco fue escondiéndose de su enemigo Sol que con solemnidad iba manzando poco a poco el Mar con su calor.
¿Dónde estabas?
¿Por qué te fuiste sin despedirte?
¿Por qué un solo beso?
Estaba una mañana tumbada en mi cama, abrazando mi almohada húmeda, y una burbuja regresó a mi mente, y de ella saliste Tú, tocando mis labios con tus dedos, besándome en la soledad.
Abrí mis ojos y allí estabas Tú, observándome como dormía, secándome las lagrimas con tus dedos, besando mi frente con tus labios...
Y esa burbuja explotó... dejándome sola... ante la inmensidad de la vida.
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